Miedos evolutivos
El miedo es una reacción normal, básica y constante en el desarrollo y funcionamiento humano. Forma parte del desarrollo normal del niño y es temporal y pasajero ya que va cambiando según la etapa evolutiva en la que se encuentren. Esto quiere decir que tener miedo a los animales desde los 3 a los 6 años entra dentro de la normalidad y ese miedo no tendría que interferir en el funcionamiento habitual del niño.
Los miedos evolutivos más comunes son:
A lo largo de la evolución del niño, no solo cambia el estímulo que le provoca miedos sino, la forma que tiene de expresarlo, de manifestar su emoción. Así como un niño de 2 años va a responder al miedo llorando, uno de 10 años puede responder con conductas de inhibición y retraimiento.
Muchos de estos miedos hacen al niño pasarlo realmente mal y generar una situación en la que se presenta la ansiedad. La ansiedad es la reacción anticipatoria al miedo que prepara al organismo para estar alerta. Alguno de estos miedos podrían ser miedo de separación de los padres, miedo a un extraño, a los animales, la oscuridad, etc.
Pero, ¿qué ocurre cuando esa ansiedad es elevada o esos miedos evolutivos interfieren en el funcionamiento normal del niño? Es entonces cuando tenemos que diferenciar entre miedos considerados "normales" de los patológicos.
Los miedos patológicos son aquellos que interfieren en nuestras vidas, como son, las fobias que en su mayoría comienzan en edades tempranas y se mantienen en la edad adulta.
Las fobias en la edad infantil se pueden clasificar en:
- Fobias específicas: es un miedo desproporcionado respecto a una situación u objeto (por ejemplo, miedo a los animales, a las alturas, a las inyecciones, sangre, tormentas, oscuridad...), que no se puede explicar, queda fuera del control voluntario y lleva a emitir conductas de escape o evitación. Es una reacción desadaptativa que interfiere en el normal funcionamiento y no se corresponde con la edad o etapa evolutiva.
- Fobia escolar: consiste en un intenso temor y rechazo por parte del niño de ir al colegio. Además, este rechazo va acompañado de una actitud negativista, ya sea con conductas disruptivas o conductas de inhibición, explosiones de mal humor, quejas somáticas (dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea...), ansiedad, relación muy dependiente de los padres y, tristeza entre otras.
Alguno de los factores que precipitan que se de pueden ser: cambios de colegio, de curso, muerte o marcha de alguno de los padres, accidentes, operación que mantenga al niño durante un periodo largo de tiempo en casa/ hospital, miedo al profesor, a los compañero.
No es lo mismo fobia escolar que abandono escolar. En el abandono escolar el niño no quiere ir a la escuela porque prefiere estar en la calle, no estudiar y, los padres permiten o deciden que su hijo no asista. En la fobia escolar, los padres quieren que su hijo vaya a la escuela.
- Fobia social o ansiedad social: se trata del miedo o ansiedad ante las situaciones sociales dónde el sujeto se ve expuesto a las evaluaciones negativas de los demás. Por ejemplo, tener una conversación, leer en voz alta, escribir en la pizarra, comer o beber, actuar delante de otros, etc. Ante este miedo la persona actúa evitando o escapando de la situación lo que provoca que la fobia sea cada vez más fuerte.
Cuando los miedos no se van superando y hacemos como si no pasara nada, tarde o temprano salen a la luz. Llegará un momento que esos miedos se hagan más intensos y afecten e interfieran cada vez más en tu funcionamiento habitual hasta llegar a un punto en el que tengas que prestarle atención.
Cuando los miedos no se van superando y hacemos como si no pasara nada, tarde o temprano salen a la luz. Llegará un momento que esos miedos se hagan más intensos y afecten e interfieran cada vez más en tu funcionamiento habitual hasta llegar a un punto en el que tengas que prestarle atención.
Tener miedos no es malo, no superarlos y que interfieran en tu día a día, sí. Por ejemplo, un adolescente o adulto puede tener miedo a hablar en público pero cómo pueden se van enfrentando a ello y no deja que interfiera en su vida diaria.
El problema viene cuando se evita o escapa y no se enfrenta el miedo o situación temida. En el caso del adolescente acabará interfiriendo en las relaciones interpersonales, en su rendimiento académico, en actividades de ocio, en búsqueda futura de empelo, etc y, llegará un momento que no pueda vivir así y tenga que enfrentarse a ello.
¿Cómo puedo ayudar a mi
hijo?
Lo primero de todo es conocer nuestras capacidades y límites, saber hasta dónde podemos llegar. Si tenemos recursos y habilidades necesarias para ayudarlo, adelante!! Si, por el contrario, lo que estamos haciendo para que supere sus miedos no está siendo exitoso, entonces, pide ayuda!!
Algunos consejos para ayudarlos son:
- No lo castigues o ridiculices por sus miedos
- Ayúdale hablar de emociones, de lo que siente, de cómo es el miedo. Hazle saber que estás ahí para cuando quiera hablar y lo necesite.
- Si no está preparado para enfrentarse a su miedo, no lo obligues a exponerse porque puede ser peor. Tiene que sentirse seguro e ir poco a poco, paso a paso. Podemos elaborar una jerarquía dónde se exponga poco a poco.
- Es muy importante ir reforzando cada aproximación. Aunque no consiga exponerse totalmente al objeto o situación temida es beneficioso ir premiando el esfuerzo.
- Acompáñalo en el intento de exposición, es decir, no le des pautas y dejes que se exponga solo. Al principio se sentirá más seguro si va acompañado de una adulto y luego, progresivamente, empieza a enfrentarse el solo.
Con ayuda, comprensión, paciencia y cariño es más fácil conseguirlo. El psicólogo ofrece apoyo y orientación a los padres sobre cómo abordar el problema y, a los niños, les explica por qué les está pasando y les da recursos y habilidades para que puedan vencer sus miedos.
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